4.7.05
La herencia escondida
En 1928 Luis Buñuel, decidió llevar la poética del surrealismo a las pantallas estrenando Un chien andalou (Un perro andaluz), entendida desde ese momento por la historiografía artística como la primera película surrealista. Realizada con la colaboración de Salvador Dalí, obtuvo un inesperado éxito de crítica y público, suscitando una infinidad de comentarios y alguna que otra mala imitación. La imagen de la afilada hoja de navaja barbera cercenando el ojo de una mujer se convertiría con los años en el icono no sólo de la obra de Buñuel sino de un movimiento, el surrealismo, de un arte, el cine, y de una época tildada por muchos de convulsa. Un perro andaluz, es una sucesión de imágenes de naturaleza onírica sin un significado real u objetivo, sino emocional y subjetivo. Todo hacía apuntar a una exceso de carga semántica en los objetos representados, todo hacía presagiar un significado oculto, simbólico, sin embargo, el propio Buñuel declaró sobre su película que la intención última "era provocar en el espectador reacciones instintivas de repulsión y atracción. Nada en la película simboliza ninguna cosa".
Surrealismo
Surgido en Francia en el primer cuarto del siglo XX en torno a la personalidad del poeta André Breton este movimiento artístico y literario nace como un intento de acción positiva frente al nihilismo destructivo preconizado por los dadaístas. Los contactos entre Breton y el movimiento Dadá fueron continuos hasta que en 1922 Breton y Picabia se separaron del dadaísmo de Tristan Tzara. Sin embargo, es evidente que el punto de partida del movimiento de Breton fue el dadaísmo amanerado de los últimos años. El surrealismo es conocido como el movimiento de lo irracional y lo inconsciente en el arte de las vanguardias. El órgano portavoz del ismo fue la revista Litterature dirigida por Breton, y los poetas Soupault, Aragón y Eluard, la cual, fue fundada en 1919. En un principio la palabra surrealismo fue adoptada definir un método de escritura simultánea con el que estaban experimentando: “[...] surrealismo: Puro automatismo psíquico, por medio del cual se intenta expresar, verbalmente o por escrito, o de cualquier otro modo, el proceso real del pensamiento. El dictado del pensamiento, libre de cualquier control de la razón, independiente de preocupaciones morales o estéticas [...]”. Tal fue la definición del término dada por los propios Breton y Soupault en el primer Manifiesto Surrealista fechado en 1924. Por tanto, el surrealismo germina desde el campo de la literatura entendiéndose la pintura y la escultura como consecuencias plásticas de la poesía. Las teorías de Freud sobre el inconsciente individual, llevaron a Breton a elaborar una poética surrealista desde el inconsciente como generador permanente de imágenes que podían ser extrapoladas al campo del arte a través de un ejercicio mental en donde la conciencia no interviniese y cuyo proceso de trascripción fuera automático.
Breton publicó en 1928 El surrealismo y la pintura donde definió la estética surrealista; para Breton, el inconsciente es la región del intelecto donde el ser humano no objetiviza la realidad sino que forma un todo con ella; el arte, en esa esfera, por tanto no es representación sino comunicación vital directa del individuo con el todo. Se concede también una gran importancia al sueño, donde las relaciones e imágenes inconexas se hacen más sólidas cuanto más ilógicas.
A partir de 1925 aparecen actitudes políticas y sociales dentro del surrealismo, provocadas por el estallido de la guerra de Marruecos; se producen entonces los primeros contactos con los comunistas que culminarían con la adhesión al Partido Comunista por parte de Breton. Entre 1925 y 1930 aparece un nuevo periódico titulado El Surrealismo al servicio de la Revolución en cuyo primer número Aragón, Buñuel, Dalí, Elouard, Max Ernst, Yves Tanguy y Triztan Tzara, entre otros, se declaran partidarios de Breton. Por su parte Jan Arp y Miró, aunque no compartían la decisión política tomada por Breton, continuaron participando en las distintas exposiciones surrealistas.
Luis y Rafael Buñuel, padre e hijo
Aún así, muchos años después de su adhesión al surrealismo, de haberse separado del Grupo Surrealista de París, de películas consideradas obras maestras, de triunfos en Cannes, de polémicas artísticas y políticas, de una vida azarosa... el cineasta español declaraba que el pensamiento que le seguía guiando desde su primera obra hasta los últimos años de su vida es una idea de Engels, según la cual el artista describe las relaciones sociales auténticas con el objeto de destruir las ideas convencionales de esas relaciones, poner en crisis el optimismo del mundo burgués y obligar al público a dudar de la inalterabilidad del orden establecido. Para Buñuel, el sentido último de sus películas era decir una y otra vez que no vivimos en el mejor de los mundos. En la España de 1936 esta idea se hizo evidente.
Al estallar la Guerra Civil, Luis Buñuel fue enviado a París para supervisar el montaje de la obra España leal en armas de J. P. Le Chanois. En 1938 vuelve a Hollywood, destino que había visitado años antes, pero al suspenderse el proyecto de dos películas prorepublicanas sobre la guerra civil que debía supervisar, se encuentra sin trabajo. Iris Barry le llama al Museo de Arte Moderno de Nueva York, donde desarrolla una intensa labor de documentación. En Nueva York la situación económica de los Buñuel era comprometida así que el escultor Alexander Calder les cedió su apartamento neoyorquino a la familia, que ya componían el matrimonio y sus dos hijos Juan y Rafael.
Rafael Buñuel dio sus primeros pasos como dramaturgo, aun cuando su verdadera y posterior labor artística se fue curtiendo a través de su trabajo como restaurador de arte africano para la Tribal Art Gallery de Nueva York. Al igual que su tardío descubrimiento de la escultura, el dibujo surgió de cierto automatismo, al hacer garabatos mientras que trabajaba que luego consideró que podían resultar como obras autónomas. A sus 67 años y con el mismo interés con el que se ha mantenido en un respetable anonimato, Buñuel, hijo, pintor y escultor trabaja con innumerables materiales y técnicas, y una temática centrada, aún respirando cierto aire surrealista, en el cuerpo de la mujer.
Buñuel en Benot
La muestra que se presenta en la Galería Benot se compone de un total de trece esculturas de pequeño formato realizadas principalmente en bronce y madera, así como una veintena de dibujos sobre papel. La obra en su conjunto se encuentra imbuida en los juegos tan queridos por los surrealistas, de atracción por lo femenino, el absurdo, la descontextualización del objeto, o las reminiscencias a la sexualidad. Aún así, lejos queda la militancia surrealista, los dictados del movimiento, su oculta intransigencia, sus devaneos políticos, todo queda disuelto en un arte más amable, menos combativo, más discreto y con menos pretensiones, exponiéndose la obra de una artista que simplemente cree y gusta de lo que hace, que ya es mucho en estos tiempos que corren. “No puedo definir mi obra, ni tampoco lo intento, no me interesa hacerlo. Muchos lo han intentado pero yo no me identifico con las clasificaciones que hacen de ella. Lo que me interesa es proyectar mis sueños”. Con estas palabras comenta Rafael Buñuel su obra expuesta... no muy alejadas, por cierto, de las que pronunció su padre hace tres cuartos de siglo cuando realizó Un perro andaluz.
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