Ignorancia

La ignorancia (i-gnosis), el no-conocimiento de algo, presupone siempre la existencia de un conocimiento. Lo ignoto es lo no-conocido, pero siempre subyace el conocer, pues la propia negación de éste implica el propio acto de conocer. Decir que el conocimiento es imposible, es aportar, a fin de cuentas, un saber, de ahí que la propia filosofía haya declarado al escepticismo gnoseológico radical como suicida (sui-cida sui-: a sí mismo, -cida: matar). No hay concepto, ni palabra de sentido afirmativo que defina la falta de conocimiento, conformándose todas a través de la negación prefijal de él. La ignorancia, queda definida etimológicamente, como des-conocimiento. El problema es si esa negativa al conocimiento se produce por ausencia (absentare) de éste, es decir, si la negación queda constituida como la persistencia (persistere) de la ausencia. Es más, si hay ausencia quiere decir que antes hubo presencia (praesentia). Por tanto, nos preguntamos si la verdad sobre el origen del conocimiento es la que nos dejó entrever Platón, el conocimiento como reminiscencia de las ideas, como remembranza de lo anteriormente visto. El contenido de la ignorancia no es el desconocimiento, porque éste en sí es absurdo, sino el olvido (amnesia).