La emblemática construcción de 1975 de Josep Lluis Sert donde tiene su sede la Fundación Joan Miró, alberga hasta el próximo 6 de febrero la exposición La mujer, metamorfosis de la modernidad. Comisariada por Gladis Fabre la muestra reúne 120 obras entre pinturas, esculturas, dibujos y fotografías realizadas por más de cuarenta reconocidos artistas que van desde Henri Matisse, a Orlan, pasando Pablo Picasso, Luoise Burgeois, Ives Klein, Alberto Giacometti, o Henry Moore entre otros muchos.
Tan extensa nómina, genial extracto de lo mejor y más conocido del arte del siglo XX, puesta al servicio de un proyecto expositivo que indaga en la representación de la mujer como elemento indispensable para el desarrollo y transformación de la modernidad como idea por una parte y como expresión artística por otra. Las obras expuestas cubren un arco cronológico de medio siglo, desde fines de los veinte hasta los setenta, organizándose en torno a seis secciones monográficas que aúnan, como viene siendo habitual en este tipo de exposiciones de desarrollo temático, por un lado lo cronológico y por otro una panorámica compresiva de los contenidos.
Los cambios económicos, sociales y políticos acaecidos en la pasada centuria para la mujer tienen no sólo su correlato en los procedimientos plásticos que la representan sino que son uno de los principales motores de transformaciones claves para la concepción de la modernidad en el arte por la estética, la crítica o la propia historia del arte. La creación entendida como encarnación del deseo artístico, las sutiles variaciones en el tema de la mujer-musa que venía arrastrándose desde el romanticismo, el reducción de la mujer a lo “otro”, la creación del icono sexual como mediación máxima entre la predominancia masculina y lo femenino, la visión, a fin de cuentas, del artista hombre, se contrapone con la incesante búsqueda de identidad y singularidad de la mujer artista. El intento de representar la singularidad de la mujer desde las propias artistas aspirando así a un lenguaje propio, les llevó a reflexionar sobre el hecho de que una conciencia del mundo distinta conduce a nuevas formas de representación. De ahí, por tanto, la necesidad de otros materiales y otras técnicas, como el happening y la performance, incipientes pero marginales en los años sesenta y setenta.
En 1971, la afamada historiadora Linda Nochlin se preguntaba, en el número de enero de Art News: “¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?,¿quién las ha excluido de la historia?” Una exposición como ésta surge del poso dejado en la historia del arte y la crítica por esta reflexión realizada hace más de treinta años, incómoda pero necesaria cuestión que sólo pudo llegar a formularse dentro de una modernidad (o postmodernidad) que la misma idea de mujer propició.
10.1.05
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