9.5.05

Viaje a México

Varias cajas de herramientas por el suelo, papeles desperdigados, restos de desembalaje, un foco desmontado, una escalera, cuadros apoyados en el suelo, un taladro, un nivel, organizado desorden, las galeristas en vaqueros, tenis y camiseta, el artista de un lado para otro, ciertos nervios… Tener la oportunidad de contemplar un montaje de una exposición es siempre una experiencia. La exposición es la segunda de Javier Velasco (La Línea de la Concepción, 1963) y a simple vista presenta en una gran variedad de las experiencias vividas en su último periplo mexicano. El hecho de que los interlocutores sean gaditanos en territorio extraño siempre otorga cercanía a la conversación:

Fuiste a México a hacer las Américas...
Algo así, en principio iba a estar cinco meses, luego amplíe poco más. Creo que me fui porque necesitaba tomar distancia de la realidad artística que conocía, tanto de su vertiente mediática como del propio mercado del arte. El éxito como tal anquilosa, no sé si lo mío en los últimos años puede llamarse así, pero me sentía agarrotado.
Una huida hacia delante entonces,
Me lo tomo más como una especie de viaje romántico al modo del siglo XIX. Con todo lo que implica de introspección y búsqueda, pero también de investigación en el estereotipo que supone otro país, otra cultura. De este modo quería revelar el prejuicio de la mirada, prejuicio del que normalmente no somos conscientes. Mi intención era volver con una visión actual de México, conformada desde una vivencia directa y personal.
¿Cómo fue la primera toma de contacto con la ciudad?
En todo viaje que se emprende hay implícita cierta sensación de peligro, supongo que proveniente del miedo a lo desconocido, así que preguntas a conocidos y amigos que han estado en el lugar al que vas, sobre qué pautas de comportamiento seguir. Un qué hacer y qué no hacer, a fin de cuentas. Antes de marchar para México, ocurrió más o menos lo mismo. Cuando llegué al DF, atendiendo a lo que me había contado, supongo que andaba amedrentado. Estudiaba en el mapa el modo de llegar a los lugares que quería a visitar, nunca preguntaba a nadie, llevaba algo de dinero en metálico escondido por si me asaltaban, casi todo me parecía amenazador. De esa sensación de desamparo, de ese papel de observador temeroso, surgió la obra Los inquietantes. Para superar esa primera impresión, para lograr asimilar la supuesta potencialidad del peligro, comencé a realizar disimuladamente fotografías de grupos de personas que me parecían amenazantes. Luego en el hotel, trabaja la imagen, individualizaba los retratos y culminaba la obra con la técnica del mercurio.
¿Directo a los bajos fondos del DF?
Más bien al contrario, fui invitado por el Centro Cultural de España de allá, invitación que me ha hecho ser el niño mimado de la Embajada de España. Esto me ha permitido conocer gente de toda condición social, política y cultural. Una obra como Ópera para migrantes mexicanos no podía haberse realizado sin estos condicionantes, sin la posibilidad de celebrar en el recinto elitista de una embajada un recitativo sobre el texto de una guía para espaldas mojadas interpretada por un contratenor y con un público de clase alta. Aún así la visión de la ciudad de México que me interesaba, no sé si era la de los bajos fondos, más bien, la dramática, porque a fin de cuentas, ese es el enfoque inherente al viajero, por muy lúdico y feliz que sea el recuerdo del viaje, que en mi caso lo ha sido.
Dramático, por la propia contradicción
Claro…, Farmacia de Dios, otra de las obras que presento es la materialización de lo lumpen, lo cutre y lo sucio. La zona del Zócalo, el centro neurálgico del DF, por la noche se convierte en calles que albergan locales clandestinos, prostitución, drogas… Conocí a tres travestis que trabajaban en la zona. Por no tener no tenían ni pinta de travestis, el look drac queen resulta una utopía inalcanzable para ellas. Las historias que me contaron, la vida que llevaban me mostraron que eran personas con una calidad humana increíble. Si la homosexualidad es un tabú en México, imagínate los travestidos o los transexuales… Las recojo con mi cámara cerca de una farmacia, en el portal de uno de estos locales.
…¿ y el resto de México?...
México es un icono repetido y seriado. Aunque las diferencias entre ciudades sean a primera vista palpables, el DF aglutina ese icono y lo expande. Es la misma ciudad la que se repite, son sus mismas gentes, los mismos problemas, las mismas miserias, da igual que sea Guajaca, que Veracruz… El funcionamiento de la ciudad es una recurrencia. Por ejemplo, allá continúa el sistema de gremios profesionales, cosa que me interesó mucho, los cuales, se alojan en grandes plazas en las que prácticamente puedes encontrar de todo.
¿Cómo ha sido el proceso de producción de obras en un entorno tan diferente?
Siempre he trabajado con artesanos en la producción de mis obras, y este viaje no iba a ser una excepción. A mí me interesa el currante y trabajo mucho mejor con ellos. Yo a mí mismo me considero un currito, intelectual si quieres, pero un currito. El tópico dice que en México no se trabaja, sin embargo, uno cuando va allí se da cuenta de que no paran en todo el día. La sensación que se tiene es que la clase baja es gente pobre que tiene un régimen de trabajo brutal y que viven en unas condiciones muy duras. Aún así, estos mexicanos son gente, aparte de maravillosa, muy concienciada de la realidad en la que viven. Es el propio sistema el que les condiciona.
Presentas en la exposición obras realizadas con la imagen de Virgen de Guadalupe, fotografías del metro del DF, un bocho (taxi típico)… ¿no es reincidir demasiado en el estereotipo?
Mi obra está centrada en los iconos pero en los iconos que para el habitante del DF, están completamente asumidos y forman parte de su cotidianeidad. Es la mirada del visitante extranjero, no del artista que viene de fuera, la que me interesa. Todos los artistas que regresan de México vienen cargados de calaveras. Quería huir de eso. Aún así el icono, no deja de ser una herencia. La presencia de lo prehispánico es palpable en México, así como la presencia española. En el fondo es esa sumisión al sistema, ese sometimiento al aparato el que se hereda. Cuando intuyes las barbaridades realizadas en todos los planos, culturales, sociales… por muy lejanas que estén te sientes en deuda. Lo tomas como un débito que hay que suplir.
En cierto modo, la problemática que planteas con la inmigración, la descontextualización social, la integración de culturas, la tienes en el lugar donde naciste… ¿por qué irse fuera?
Me niego a hacer obra de inmigrantes. No soy de tópicos. No podría simplemente fotografiar la desgracia. La desgracia es propiedad de todos y así hay que vivirla y enfrentarse a ella. Cuando te vas fuera los registros cambian y se pueden extrapolar pero son siempre diferentes, es esa diferencia la que me interesa, aunque subyacen siempre los mismos problemas.
¿Hay que salir, entonces?
En mi caso creo que sí. En Andalucía se mueve muy mal la cultural, no está valorada. La cultura ha de ser permeable a las nuevas tendencias. Sin embargo, todo lo que sean fiestas populares y tradición está sobrevalorado, los restauradores, los imagineros… Que está muy bien, que son muy importantes, pero no se dan cuenta que una cosa no quita la otra. Hay demasiados buenos artistas noveles con una proyección solvente que no pueden llegar a nada porque no se les apoya.

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