“Rothko me impactó mucho porque tenía algo de chamán... Había en él una verdad que había que expresar. Recuerdo que una vez fui a verle a su estudio de Nueva York cuando ya era de noche, bastante tarde. Y mientras estaba mirando sus cuadros salió con una frase que me impactó de verdad: si buscas fuego lo encontrarás bajo las cenizas. Los pintores de moda nunca buscan fuego. Se dedican simplemente a producir imágenes y ya está. Rothko había encontrado esa frase en un libro de Martin Buber que tenía en su estudio. Es una expresión muy hermosa y creo que sintetiza a la perfección el cometido que cumplen los chamanes. Se dedican a encontrar fuego bajo las cenizas. Redescubren nuestra verdad y nos la hacen llegar. Es un mensaje que debe entregarse, algo absolutamente vital... Porque sin ese fuego no somos nada.”
Con esta líneas escritas por Jan Krugier, que describen la visita realizada por el afamado galerista y coleccionista suizo al estudio de Mark Rothko, se presenta en el IVAM “El fuego bajo las cenizas. De Picasso a Basquiat”. Comisariada por Kosme de Baraño la exposición pretende ofrecer, a través de un recorrido por reconocidos artistas del siglo XX, la impronta que el primitivismo ha dejado en diversos movimientos artísticos de la pasada centuria. La revisión que del arte primitivo, que tuvo lugar con el advenimiento del surrealismo como primera vanguardia histórica con conciencia de serlo, el examen de las pinturas tradicionales en la fuerza de sus colores y la simplicidad de sus motivos llevado a cabo por los constructivistas rusos, el valor del gesto en el que subyace la fuerza del inconsciente preconizada por los expresionistas americanos y, en cierta manera, por los informalistas europeos, el art brut... suponen el encuentro con una opción plástica presente en buena parte del arte de la pasada centuria, el valor del trazo. Un trazo ingenuo a fin de cuentas, ajeno al lastre que suponen siglos de historia y arte, libre del peso de la cultura. Desde la poética de estos artistas que preconizan una economía en el color y en el trazo el objeto se muestra desnudo y la obra, convertida en icono, condensada en la fuerza de la simplificación.
La vuelta al signo, partiendo del subconsciente individual freudiano del que bebieron los surrealistas hasta llegar al inconsciente colectivo jungiano del que arrancaron los expresionistas abstractos, pasando por el interés en el arte de las culturas primitivas, las manifestaciones artísticas populares o la mera presentación de la contundencia del objeto, supone la tendencia formalizadota, ajeno a toda connotación para asumir en sí todo su significado, de buena parte del arte. Desde el graffitti a las manos en negativo en la pared de la cueva prehistórica, la intención es sintetizar, condensar una verdad que todo lo englobe gracias a un trazo palpitante. Las pinturas realizada por niños, sus monigotes... resumen en un dibujo tosco la infinitud del concepto. No hay mayor estilización, que resumir con un círculo y cuatro líneas no sólo la figura humana, sino lo que lo humano conlleva. De este triunfo aplastante de la representación aprendieron los que ahora consideramos piezas claves de la plástica del siglo XX, como Picasso, Paul Klee o Jean Dubuffet.
Hasta el 28 de agosto podrá disfrutarse de la obras de Michel Haas, Germaine Richier, Gaston Chaissac, Picasso, Joaquín Torres-García, Jean-Michel Basquiat y Jean Dubuffet. Pinturas y esculturas que componen una exposición configurada desde la explicación del artista como chamán, como visionario o daimon, de una verdad resumida y condensada hasta la propia combustión.
16.5.05
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