19.6.05

Lugares de acero


Topología
La topología es probablemente la más joven de las ramas clásicas de las matemáticas, la cual, estudia ciertas propiedades de las figuras geométricas. El término topología fue usado por primera vez en 1930 por el matemático Solomon Lefschetz. En contraste con el álgebra, la geometría y la teoría de los números, cuyas genealogías datan de tiempos antiguos, la topología aparece en el siglo diecisiete, con el nombre de analysis situs, esto es, análisis de la posición.
El topólogo considera los mismos objetos que el geómetra, pero de modo distinto: no se fija en las distancias o los ángulos, ni siquiera de la alineación de los puntos. De manera coloquial, la topología se ocupa de aquellas propiedades de las figuras que permanecen invariantes, cuando dichas figuras son plegadas, dilatadas, contraídas o deformadas, de modo que no aparezcan nuevos puntos, o se hagan coincidir puntos diferentes. La transformación permitida presupone, en otras palabras, que hay una correspondencia biunívoca entre los puntos de la figura original y los de la transformada, y que la deformación hace corresponder puntos próximos a puntos próximos. Para la topología un círculo es equivalente a una elipse; una bola no se distingue de un cubo: se dice que la bola y el cubo son objetos topológicamente equivalentes, porque se pasa de uno al otro mediante una transformación continua y reversible.

Richard Serra
Richard Serra nació el 2 de noviembre de 1939 en San Francisco. Compaginó su trabajo en fundiciones con sus estudios en la Universidad de California, en Berkeley y Santa Bárbara, de 1957 a 1961, donde se licenció en Literatura Inglesa. Posteriormente estudió en la Universidad de Yale, donde se licenció en Bellas Artes y realizó un Master en esta misma disciplina. En Yale, Serra se formó como pintor, trabajando con Josef Albers en su relevante libro The Interaction of Color (1963). Durante su estancia entabló relación con los pintores Philip Guston, Robert Rauschenberg, Ad Reinhardt y Frank Stella.
En 1964 y 1965 viajó a París con una beca de la Universidad de Yale, oportunidad que aprovechó para visitar frecuentemente la reconstrucción del estudio del escultor Constantin Brancusi en el Musée National d’Art Moderne. Gracias a una beca Fullbright pasó gran parte del año siguiente en Florencia viajando por el sur de Europa y el norte de África. El joven artista expuso por primera vez en solitario en la Galleria La Salita de Roma en 1966. Más tarde, se trasladó a Nueva York, donde su círculo de amigos incluía a Carl Andre, Eva Hesse, Jasper Johns, Joan Jonas, Donald Judd, Bruce Nauman, Robert Smithson, Michael Snow, Philip Glass y Steve Reich.
Fue en ese mismo año cuando Serra creó sus primeras esculturas con materiales no convencionales como, por ejemplo, fibra de vidrio y caucho. A fines de los sesenta realizó una serie de piezas bajo el título Splash en las que salpicaba plomo fundido en las uniones entre el suelo y la pared. Su primera exposición en solitario en su país se exhibió en la Leo Castelli Warehouse de Nueva York. Ya en 1969 había comenzado la serie de puntales de plomo, cuyas piezas no estaban soldadas ni pegadas sino que se sostenían en equilibrio únicamente por su peso y la gravedad. Ese mismo año, Serra fue incluido en la exposición Nine Young Artists: Theodoron Awards del Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York. Produjo el primero de sus numerosos cortometrajes en 1968, comenzado a partir del entonces su fructífera experimentación con el video. El Pasadena Art Museum le dedicó una exposición en solitario en 1970 y ese mismo año recibió una beca de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation. En 1970 también, ayudó a Robert Smithson a crear Spiral Jetty ­–obra-icono del landart- en el Gran Lago Salado de Utah, aunque el vasto paisaje americano le atraía menos que los centros urbanos. La década de los setenta se inició para el artista instalando su primera escultura urbana en una calle sin salida del Bronx.
Durante los años ochenta las exposiciones retrospectivas e individuales se sucedieron en ciudades como Nueva York, París o Berlín. Uno de los proyectos site specific más impactante realizados por Serra fue su Arco inclinado de 1981, que le encargaron para el Federal Plaza de Nueva York. El enorme arco horizontal del que está compuesta la obra tiene una altura de casi 4 metros y una longitud de más de 36 metros. Ya, en la década de los noventa, se pudo recorrer su trayectoria artística en una exposición de escultura que el Kunsthaus de Zúrich celebró en 1990 y en una retrospectiva de sus dibujos organizada por el Bonnefantenmuseum de Maastricht. Recibió el premio Wilhelm Lehmbruck de escultura de Duisburg en 1991 y, al año siguiente, fue objeto de una retrospectiva del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid.
Célebre por sus obras minimalistas y sus esculturas creadas para lugares específicos, así como por los extraños procesos que utiliza para elaborarlas partiendo de materiales industriales tales como plomo, acero y hormigón, Richard Serra se consolida década tras década como una de las figuras imprescindibles para entender la evolución de la plástica escultórica en la segunda mitad del siglo XX.

La materia del tiempo
“Las ocho esculturas que constituyen esta instalación comparten el mismo vocabulario de topologías. Por topología se entiende el estudio matemático de la superficie y la dirección. Esta metodología evolutiva crea su propio sentido del orden. El avance tecnológico en la conformación del acero me ha permitido realizar prolongaciones de diferentes volúmenes, vacíos y pasadizos. Las torsiones elípticas, espirales, esferas y toros existen en la polaridad habida entre la fuerza descendente de la gravedad, peso de las piezas, y su alzada, que intenta alcanzar un estado de ingravidez. La conexión formal de todas las piezas en esta instalación posibilita que el espectador, incluso conociendo poco la naturaleza de la escultura, acceda y reconozca la totalidad del campo escultórico como un lenguaje coherente. Cuando concebí esta instalación, dicha coherencia fue muy importante para mí.”
Con estas líneas inicia el escultor Richard Serra un texto escrito en abril del presente año donde realiza una exégesis de su propuesta escultórica recién inaugurada en el Museo Guggenheim de Bilbao. La materia del tiempo es una instalación permanente de ocho esculturas monumentales para una ubicación específica y de una escala apabullante. Se compone de siete obras nuevas de acero auto-oxidable -tras un período de ocho años el acero se oxidará y cambiará de color, es decir, pasará del gris al naranja, luego al naranja oscuro hasta, por último, adquirir un color ámbar permanente- que se suman a la que el artista creó en 1994-97 titulada Snake, y juntas llenarán la sala Arcelor del Guggenheim, un espacio de 130 metros de longitud y 30 de anchura. La instalación es parte del compromiso adquirido por parte del Museo Guggenheim Bilbao que consiste en encargar obras a artistas significativos específicamente concebidas para el exclusivo contexto arquitectónico del propio museo. Con esta obra, Serra concluye un ciclo de experimentación de formas escultóricas nuevas, basado en la torsión de elipses y espirales.

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