11.6.05

Imágenes sin predicado

Repasar la trayectoria artística de Alex Katz es revisar soslayadamente la historia de la pintura norteamericana de los últimos cincuenta años. Nacido en Brooklyn en 1927 en el seno de una familia neoyorquina de clase media, tras realizar el servicio militar ingresó en la Cooper School of Art and Architecture, una escuela de arte impregnada por aquellos años de los presupuestos educativos de la lejana Bauhaus y del espíritu estético postcubista, donde inició sus estudios artísticos. A comienzos de los cincuenta, obtuvo una beca en la Skowgenan School of Painting de Maine, que le llevó a decidirse definitivamente por la pintura como medio de expresión plástica. Su mujer Ada, su hijo Vicent, y un nutrido y selecto grupo de amigos neoyorquinos formado por poetas, artistas, bailarines y críticos comienzan desde entonces a configurarse como el motivo central de una producción artística centrada en el retrato.
La pintura de Katz irrumpe en la escena estadounidense a finales de los cincuenta, en el periodo final de un expresionismo abstracto que ha exprimido hasta la saturación las posibilidades de su praxis artística tornándose en maniera, y en los inicios de un pop de fuerte carga social que surge como alternativa irónica frente a los presupuestos trascendentes de la anterior Escuela de Nueva York. Fiel a la figuración objetiva muchos críticos e historiadores lo tildaron de precursor del nuevo movimiento. Si bien la fragmentación y repetición de los motivos, así como la influencia del cine o la televisión en los encuadres, lo situaban cercano a los presupuestos estéticos de los gurús del pop como Warhol o Rosenquit, el tratamiento de la luz como modulador de la superficie pictórica lo alejaba formalmente de la predisposición recurrente al serigrafiado y al grafismo tan afines a esta tendencia artística.
Es esta mezcla entre la extinción de la concepción estética subjetiva preconizada por los expresionistas abstractos y la eclosión fulminante de la obra de arte entendida como representación de los iconos insuflados por los medios de comunicación en una sociedad de masas, la que sitúa fuera del casillero preestablecido de los estilos, movimientos y tendencias a la figura de Katz. Sin embargo, su participación junto a Philip Pearlstein en la muestra que S. Tillim organizó en 1969 en el Art Center de Milwaukee, Aspects of a New Realism, permite incluir tímidamente su producción dentro del llamado nuevo realismo o del también denominado realismo figurativo que surgió en Estados Unidos en ese periodo de indefinición lógica tras los hitos expresionistas y pop distanciándose tanto, a pesar de las influencias que sin duda mantiene, del hiperrealismo, del fotorrealismo y del propio pop.
Tras su trabajo para vallas publicitarias, escenografías para obras de danza contemporánea, la invención del cut-outs ­­–figuras recortadas y pintadas­- y las enormes dimensiones de sus cuadros, el público en los años setenta consagra definitivamente la obra de Alex Katz dejándose seducir por la nitidez de sus composiciones articuladas en grandes zonas de colores planos. Más allá de toda significación oculta en sus pinturas, el empleo de la imagen como símbolo es recurrente en toda su producción. Sus cuadros muestran esa pura inmanencia de la que hablara Arthur C. Danto en unas imágenes sin predicado que no representan nada sino que simplemente se presentan desde la superficialidad y la impersonalidad. La contemplación de lo representado deja paso así a la presentación de la impresión visual que se tendría después de echar una rápida ojeada a la habitación donde uno se encuentra o a la persona que se tiene delante. Para ello Katz requiere de un complejo proceso de ejecución de sus pinturas. En primer lugar, realiza diferentes bocetos del natural con los modelos presentes; constituyendo una serie de dibujos en los cuales registra todos los aspectos cromáticos y luminosos que desarrollará posteriormente. Luego, elabora un boceto de mayores dimensiones, donde trasciende los rasgos hasta conseguir un grado óptimo de despersonalización. En un dibujo con el tamaño definitivo, perfora todas sus líneas, lo coloca sobre el lienzo y espolvorea pigmento de siena tostada, así consigue de una vez el contorno de la composición. Tras preparar el lienzo con varias capas de yeso y albayalde, aplica ligeras pinceladas al óleo conformando los colores planos y la sutil indefinición en los contornos que caracterizan su estilo.
La obra de Katz ha protagonizado desde 1954 más de doscientas exposiciones individuales e innumerables colectivas, el conjunto de cuadros que presenta el CAC de Málaga hasta el 12 de junio muestra su trabajo durante la última década. Paisajes, bosques, retratos que no han perdido la elegancia y la frescura que han hecho de él durante años un artista imprescindible.

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