11.6.05

Arquitecturas fingidas

Para hacer más evidente la verdad James Casebere miente, pero lo hace de una manera exquisita. Fotografía espacios arquitectónicos, interiores que a veces anega por donde la luz se filtra y refleja. Espacios vacíos, en los que las bóvedas y los muros, los arcos y las columnas parecen hacer rebotar el sonido de unos pasos distantes, de un goteo lento e incesante, o de un silencio desnudo. Luego, el claroscuro conforma una nueva arquitectura, una insólita jerarquización de los elementos constructivos gracias a la luz, la cual, convierte en incuestionable la lógica arquitectónica anterior.
Casabere muestra un espacio, pero un espacio que no es real o lo es demasiado, si se quiere. Sus arquitecturas son maquetas, reproducciones fidelísimas a pequeña escala que imitan o evocan arquitecturas reales. Luego las ilumina, la inunda en ocasiones, las fotografía y las presenta en gran formato aparentado un tamaño real, a proporción humana, mejor dicho.
Así, una forma definida por sus volúmenes, por sus colores, luces y sombras conforman un punto de vista sobre ella misma. Una imagen de un objeto que no es sino lo que aparenta ser, a fin de cuentas. Pero… ¿no es ésa la mentira que constituye la premisa de la representación, y por ende del arte? ¿No es ésta la tan repetida verdad en el arte durante siglos y siglos de estética, la imitación entre objeto a representar y objeto representado a través de un medio artístico que los presenta a los ojos de un espectador que los interpreta? La piedra clave de la teoría del arte sugerida elegantemente desde un simple problema de escala.
Luego, si quieren evoquen a través de las imágenes que presenta de arquitecturas de inspiración musulmana y siguiendo las pautas que marca el artista la Edad Media, Al-Andalus, las tres culturas, los baños árabes, la Europa occidental, Bagdad, el 11M, el 11 S, Bush, Hussein… desde Umberto Eco, todo es obra abierta, al sentido y a la significación, así que den rienda suelta a su hermenéutica. Un consejo, obvien todo eso, o mejor, asúmanlo en su totalidad –es la mejor manera de olvidar-, pero no dejen de lado la premisa mayor para hacer más evidente la verdad, la verdad en el arte: James Casebere miente, miente como deberían de mentir todos pero miente mejor que muchos. Si tienen oportunidad acérquense a Madrid a la galería de Helga de Alvear y compruébenlo.

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