12.6.06

Dispositivos de memoria

Mnenosyne
La mnemotécnica es, básicamente, una técnica de estimulación de la memoria.que intenta aumentar la capacidad para la retención mediante ciertas combinaciones o artificios. Su nombre proviene de la musa de la memoria, Mnemosyne y del término griego techné, que podemos traducirlo arte o destreza para hacer algo. Antes de la invención del primer alfabeto lineal, allá por el 1700 a. C. realizado por los fenicios, los procesos de transferencia de información eran de origen oral. La necesidad de conservar la memoria, y por ende en esos momentos de desarrollar técnicas de memorización está estrechamente ligada a la exigencia de uniformidad y normalización que todo poder ya sea político, social o religioso precisa. La condición de posibilidad de que lo dicho o lo hecho se convierta en norma es que pueda ser recordado.
Los antiguos griegos consideraban a la memoria una entidad sobrenatural, divina. La musa Mnemosyne, era considerada la madre de las musas, deidades que protegían las artes y las ciencias. Mnemosyne como memoria otorgaba el don a los poetas y adivinos la posibilidad de volver al pasado y de hacer ese pretérito presente gracias al ejercicio de su arte. Por otro lado, Mnemosyne podía otorgar la inmortalidad a los mortales, ya que podía inspirar al artista en la imitación de las poses, discursos, actitudes o fisonomía del representado, reviviendo a éste y acercándolo así a la imortalidad.


Simónides de Céos
Cicerón en su De oratore, dijo de Simónides de Céos que fue uno de los fundadores de la mnemotecnia, en concreto de la técnica o sistema de la localización que permitía a un orador recordar larguísimos discursos compuestos previamente por un logógrafo, técnica que expone en su famosa Institutio oratoria Quintiliano, y que consistía en visualizar o situar mentalmente en los distintos lugares de un templo conocido por el expositor las distintas partes del discurso trazando un itinerario según el orden requerido.
Al parecer, sobre el año 500 a. C. Simónides fue invitado a un banquete por el rey de Céos para que creara un poema en honor suyo. El poeta divivió su obra en dos partes, la primera en la que alababa la figura del gobernante; la segunda, dedicada a los dioses gemelos Cástor y Pólux. A la hora de realizar el pago por el poema ya declamado a lo largo del convite, el monarca desairado, pagó sólo la mitad exhortando a Simónides que fuera a pedir la otra parte de la pecunia a los dioses Cástor y Pólux. Poco después fue requerido por dos jóvenes afuera del palacio —la leyenda cuenta que eran los propios gemelos, salvándose así de morir aplastado por el inminente derrumbe del techo. Fue el único en poder reconocer los destrozados cuerpos de los comensales al recordar los lugares donde estaban sentados.

Lecuona
Hemos comenzado hablando de memoria y de mnemotécnica porque en varias ocasiones la obra del artista argentino Juan Lecuona se ha relacionado con estos términos. Nacido en 1956 en Buenos Aires, empezó a producir en los años ochenta teniendo su primera exposición individual en 1984. Desde ese momento, fue parte de la escena underground acaecida en Argentina tras la dictadura. En esencia su arte no asimiló la transvanguardia hegemónica del momento, entendida como bad painting o expresionismo salvaje. Un año más tarde funda junto a otros artistas argentinos el Grupo Babel, su pintura se enmarca entonces cronológica y estéticamente en el resurgimiento de la "pintura-pintura". Típico de la sensibilidad de los años ochenta, o de lo que el crítico Donald Kuspit llamó "el nuevo subjetivismo" de los años ochenta.
Junto a Guillermo Kuitca, artista más publicitado, podemos considerar a Lecuona como uno de los pintores argentinos más relevantes y con mayor proyección de los últimos veinte años, perteneciente a esa generación intermedia entre la silenciada vanguardia de los sesenta y la llegada de los conceptualistas a fines de los noventa, su pintura persiste en la propia pintura desde un lenguaje que no deja de ser figurativo aun cuando recurra a la memoria para lograr la abstracción.

La serie alada
Las imágenes obsesionan porque suponen un asedio constante, una recurrencia perpetua al dispositivo de la memoria. La metáfora que explica el mecanismo del conocimiento humano tanto para la gnoseología , sicología o la propia fisiología es visual. La metáfora crea el lenguaje y no al revés. Lo que entendemos por similitud lleva, pero sólo posteriormente, a definir los términos que ya han sido intuitivamente delimitados. La configuración de la idea es necesariamente posterior. Pues configuración, es hacer figura y por tanto hacer imagen (que no es otra cosa que idea si atendemos a la etimología) de la asimilación dada por la intuición. Desde este punto de vista, en rigor, todo sentido que no sea la vista exige el mecanismo de la sinestesia para ser comprendido y por tanto hecho concepto.
El conocimiento no puede ser tal sin el dispositivo que lo perpetua que no es otro sino la memoria. Dispositivo porque implica una localización exacta del proceso sensación-imagen-concepto-idea que en cada instante acontence. Dispositivo porque implica una vinculación entre las distintas localizaciones para llegar a construir un pensamiento. La memoria de por sí es mnemotécnica y valga la redundancia porque funciona como asociación de ideas. Algo siempre nos recuerda a algo.
Las pinturas que Juan Lecuona presenta en la Sala Rivadavia tienen el don de excitar ese vínculo que hace saltar la memoria, y por ende, el conocimiento en el espectador. Realizadas en técnica mista, ni figurativas ni abstractas pareciera como si llegaran a ese mecanismo que de tanto funcionar parece olvidado.

La serie alada
Sala Rivadavia. Cádiz
Hasta el 26 de mayo

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