Modernidad, moderno, postmoderno, postmodernidad. Me gustaría preguntarles si pueden definir claramente cada uno de estos términos. Da para más de una conversación con un amigo, el cual, por supuesto, ha de estar en sintonía con el tema a tratar; haberlo pensado y repensado antes; haber leído algo, dejémoslo en haberse informado, expresión ésta mucho más postmoderna.
Comenzaría por revisar las definiciones dadas a las cuatro palabras tanto por uno como otro, con un análisis de las concomitancias y las disimilitudes. Así, delimitaría el uso de cada vocablo y sus diversas acepciones según qué contexto, es más, definiría claramente sus denotaciones y connotaciones. Por último, intentar aportar un poco de luz en esas zonas de indeterminación que siempre afloran entre conceptos símiles, intentando abarcarlas, parcelarlas…
Y todo esto porque el artista londinense Julian Opie expone desde este viernes en el CAC de Málaga, es más, concretamente porque el texto del catálogo de la exposición firmado por Juan Manuel Bonet se titula El pintor de la vida moderna en clara alusión, como el mismo autor recoge al ensayo de 1863 de Baudelaire con el que se inaugura teóricamente la modernidad. Acierta Bonet en partir de la modernidad para acercarnos a la obra de Opie: la analogía, por ejemplo, entre sus figuras caminando por la pantalla LED y la condición del flâneur o de la passante parisina es más que evidente.
El prototipo de hombre moderno para Baudelaire era el pintor Constantin Guys, conocido por sus obras historicistas y sus dibujos de batallas. De ello se desprende un elemento de vuelta al pasado en la modernidad impuesta por el poeta francés, un gusto por las gárgolas de París, por el poso dejado por el romanticismo, así como un punto de tosca inocencia; la del provinciano que queda fascinado por la vida de la capital, la cual, recorre y camina hipnotizado por sus escaparates, sus cafés, o sus collettes. En nuestro ímpetu por definir claramente los conceptos, la modernidad parte de aquí.
La obra de Opie es ajena a todo esto aun cuando claramente beba de estas fuentes. Sus imágenes, pinturas, esculturas, o pantallas donde quedan recogidas sus figuras están concebidas como producto y como tal son fácilmente reconocibles por el público al igual que reconocemos un warhol a leguas. Es más, la máxima valía de Warhol o de Opie es ese reconocimiento. Entender el arte como producto y al artista como fábrica del mismo. De ahí, la multiplicidad de soportes en la que estos artistas trabajan y la perseverancia con la que repiten el mismo modelo plástico que se convierte en icono o marca a fuerza de una redundancia en su representación, la cual, lleva a una mayor difusión. Como podemos ver estamos más cerca de términos de la teoría de la comunicación o de marketing que del propio lenguaje artístico. Nos alejamos por tanto del concepto de modernidad y entramos de lleno en la postmodernidad. Y si no relean el casi manifiesto de Lyotard La condición postmoderna, biblia de todo postmoderno que se precie en donde de lo que menos se habla es de arte y se profundiza, por el contrario, en conceptos como lenguaje, mercado, y saber (informatización).
La representación de la figura humana por parte de Opie surge de la señalética, pasando por la influencia reconocida del dibujante Hergé. Sus retratos de trazo negro generoso y colores planos han llegado a una personalización eficaz del retratado, en la que el reconocimiento es directo, aun cuando la geometrización del cuerpo parta como premisa de su obra. La persona queda así standarizada, o mejor "opiezada" dispuesta para ser empaquetada y vendida, no como retrato en sí, sino como opie.
La obra de Opie revisa la condición postmoderna desde dentro, desde sus mismas premisas y armas. La postmodernidad no es una opción del artista, ni tan siquiera del espectador, es un mundo en el que nos encontramos inmersos y que conforma nuestra modo de ser, entender y relacionarnos. Pensemos por un momento… ¿Velázquez nos interesa porque era muy veraz? ¿O porque su pintura siempre es reconocible como Velázquez? ¿La Coca Cola nos gusta porque reconocemos que lo que bebemos es Coca Cola y no otra marca? ¿No es lo mismo Opie, que Warhol, que Campbell, que Apple, que Beuys, que Lacoste…? ¿No es todo marca?
Continúen paseando por la ciudad es lo único moderno que nos queda.
Julien Opie
CAC de Málaga
Hasta el 17 de marzo
20.12.06
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