Quizás sea porque me toca de cerca... pero respeto y admiro a la gente que se ha tomado la molestia de escribir una tesis, y más cuando esa tesis se realiza en el campo de las humanidades. Y no por desmerecer a las ciencias ya sean sociales, puras o aplicadas, sino por el simple hecho de que aparentemente realizar una tesis en humanidades y específicamente en bellas artes resulta una contradicción. En lo particular, porque una tesis siempre se asocia a la universidad, a la academia, a lo reglado y anquilosado, y en esta época que nos ha tocado vivir, el artista ya no puede ser académico, ni canónico, pero tampoco especialmente moderno. El artista ya es posmoderno desde hace unas cuantas décadas, y posmoderno no es lo uno ni lo otro, sino todo lo demás, que es lo mismo pero no es igual. En lo general, porque uno echa un poco la vista atrás y encuentra que en la mayoría de los casos los artistas interesantes, los historiadores que merecen la pena, los filósofos o pensadores arriesgados, han superado o han roto con lo anteriormente creado, dicho o pensado aun cuando siempre de una u otra forma se parta de lo anterior, porque desde la nada nadie crea: no somos dioses, gracias a Dios.
Dicho esto, la artista granadina María Ángeles Díaz-Barbado presenta en estos días en la galería Milagros Delicado sus últimas pinturas y fotografías. Esta misma artista defendió hace pocos años siguiente la tesis: La conciencia del fin. Cuerpo, tiempo y muerte en el arte contemporáneo. Nada más que por el título, más que sugerente, me apetecería leerla, deseo imposible a no ser que la artista me la envíe, pues dudo mucho que esté publicada. Pero... tenemos sus obras que si no hablan de lo mismo, tocará aun tangencialmente temas similares. Una tesis, al igual que hecho de pintar un cuadro, de hacer una fotografía, de hacer arte (sic!) si quieren, es un proyecto demasiado amplio, complejo y personal como para que no refleje cuestiones siempre recurrentes en el interior del autor.
Relata Diáz-Barbado en una entrevista anterior publicada en éste periódico que en una estancia en Cádiz el año pasado en un día de temporal se sintió atraída por la imagen del mar convulso y la espuma sobre el negro del agua, fotografiándolas con su cámara. De esas imágenes tomadas surge esta exposición. Fotografías y cuadros saturados de negro donde el blanco configura la forma. La fotografías del mar concebidas como un gran políptico retratan la viscosidad del agua agitada, la cual, conforman imágenes cercanas a la abstracción pero reconocibles desde la figuración. Estás imágenes sirven de prólogo a la obra pictórica posterior realizada en técnica mixta sobre madera, donde ya la abstracción es completa y la saturación pictórica mayor. El negro sólo deja espacio para que el blanco insinúe formas que provienen de las fotografías anteriores, pero que se muestran como invitación a la reflexión o a la interiorización. Hay un interés en la artista por provocar en el espectador un movimiento hacia el abismo hacia lo insondable, o a la inmensidad que es el mar, en una metonimia compleja, de la parte por el todo. De una conciencia de lo limitado de uno, frente a lo inabarcable de lo otro. De lo contingente de nuestro cuerpo, frente a la permanente mutabilidad del mar. Quiero recordar otra vez el título de la tesis de la artista. La conciencia del fin. Cuerpo, tiempo y muerte en el arte contemporáneo.
Galería Milagros Delicado
Hasta el 12 de diciembre
4.12.06
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