Inspirados por la xilografía medieval alemana, el arte etrusco, el arte escultórico de África y Oceanía, y otras manifestaciones primitivas; formas que parecieran toscas en un principio, pero que con el tiempo serían tildadas de expresionistas, en 1905 un grupo de jóvenes artistas alemanes unieron en Dresde sus destinos para intentar alcanzar así una nueva forma de representación vigorosa y revolucionaria. En los ocho años de vida del Brücke –El Puente–, sus iniciales componentes Erich Heckel, Fritz Bleyl, Ernst Ludwig Kirchner, Kart Schimidt-Rottluff, a lo que más tarde se unirían Max Pechstein, Otto Müller y Emile Nolde, compartieron estudios y retiros en la naturaleza, celebraron distintas exposiciones y proclamaron sus ideas artísticas en diversos manifiestos.
Herederos del regreso a lo primitivo defendido por Gauguin y el aduanero Rousseau, de la fuerza expresiva del color de Van Gogh, y de la firme atención a lo constantemente inacabado del proceso pictórico y perceptivo llevada a cabo por Cèzanne, coincidieron en el tiempo y en intenciones con sus contemporáneos los fauvistas franceses. La rotundidad en los trazos y en los planos de color fue utilizada con la intención de alcanzar una nueva ordenación pictórica que los diferenciara como grupo y que fuera coherente con la tradición de aislamiento y la conflictividad propia del arte y del pueblo alemán. El enardecido ambiente prebélico de la Alemania de entonces les condujo a la introspección y la reclusión creativa. Dentro de este contexto comprendieron que la representación de la realidad sólo es posible desde la subjetividad del artista a través de las formas expresivas que realiza.
Esa forma de intuición artística defendida por el pensador francés Henri Bergson y el italiano Benedetto Croce, coetáneos a los artistas del Brücke y que, por otra parte, ya había atisbado previamente Matisse en su pintura, se realiza gracias a la expresión; de ahí que intuición y expresión sean formalmente idénticas. La intuición, la expresión desde la subjetividad por tanto, es entendida como el único modo posible de conformar el perenne proceso de creación que constituye la realidad.
Comisariada por Magdalena Moeller del Brücke Museum y Javier Arnaldo del Thyssen, Brücke. El nacimiento del expresionismo alemán plantea un recorrido a lo largo de once secciones necesarias para abarcar las intenciones artísticas y circunstancias vitales que llevaron a este conjunto de artistas a configurarse como el primer grupo de la vanguardia expresionista alemana. Un total de 190 obras repartidas en dos sedes –Fundación Caja Madrid y Museo Thyssen– entre óleos, esculturas, grabados y dibujos, y concebidas como un itinerario temático y cronológico a lo largo de la vida del grupo, desde las obras de los propios artistas antes de configurarse como Die Brücke hasta su disolución en Berlín en 1913, pasando por hitos como la pintura de desnudos y paisajes de bañistas, el primitivismo, la necesidad de revindicar un arte alemán, o la posterior fascinación por la ciudad, símbolo de alienación máxima.
En 1916, Ernst Ludwig Kirchner, miembro del grupo, escribía en su Crónicas del Puente: “ Sin influencia alguna de movimientos contemporáneos como el cubismo, el futurismo, etc. el grupo lucha por una cultura humana, terreno de todo arte verdadero. A esas metas debe Die Brücke su actual posición en el arte universal”.
28.2.05
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