Entre 1997 y 1998, el conocido videoartista Bill Viola (Nueva York, 1951) participó en el curso del Getty Research Institute dependiente del prestigioso Getty Museum de Los Ángeles, que giraba en torno al tema Representando las pasiones. Los alumnos de las jornadas profundizaron en la clasificación y tipificación realizada en la antigüedad de las emociones, como uno de los temas más repetidos en la historia de las artes plásticas y escénicas. Durante el desarrollo de las clases el artista neoyorquino visitó frecuentemente las galerías del Getty poniendo especial atención en las pinturas devocionales del fines del medioevo y comienzos del alto renacimiento.
En estos siglos, entre el XV y el XVI, los artistas abordaron la representación de las escenas de la historia sagrada dejando atrás la idealización mayestática e iconológica de santos, cristos y vírgenes anteriormente realizada. Toda historia precisa —es, a fin cuentas— una investigación cuya intención última es la descripción más o menos causal del espacio y tiempo donde se desarrolla las acciones. Pero concentrarlo todo en el plano unisecuencial del lienzo —o de la tabla, en esos años— requiere, por tanto, de la representación del momento álgido, del instante fecundo que contenga la mayor carga emotiva y que resuma en sí lo que ha pasado y pasará. Este momento sinóptico, esa acción inclusa en su desarrollo contiene, desbordante, toda la carga emotiva en los gestos y rostros de los personajes que la protagonizan.
En Las Pasiones, Viola recoge esta problemática plástica y la lanza hasta el extremo del video digital. Las emociones agudas antes recogidas por los grandes maestros de la pintura medieval y renacentista, como Masolino, El Bosco o Durero, se presentan en pantallas digitales en una escenografía de un sincretismo patente con la intención de evocar los espacios religiosos que acogían las tablas tardomedievales que lo inspiran.
Los videos de Viola, muestran las pasión exacerbada a través del recorrido por la curva de la intensidad de la emoción. Recorrido, que es maximizado gracias a la ralentización hasta la misma exasperación de las imágenes que acogen expresiones y gestos casi imperceptiblemente cambiantes. Los actores que las ejecutan lejos de estar caracterizados para representar la obra y la emoción en la que se inspiran insisten en presentarse como personas normales en su atuendo negando así la anécdota, universalizando y haciendo más palmario si cabe, el sentimiento extremo. Sólo una concesión al lirismo en toda la exposición, el hombre muerto que surge de la pila de agua en la obra Emergence cuya recurrencia al fresco de la Piedad de Masolino era tan evidente que negarla implicaría negar la propia intención del artista.
La multiplicación de fotogramas que supone la cámara lenta veda el raccord inherente a la viñeta de cómic o al propio cine en pos de la representación de la imagen como una solución de continuidad que sólo desde la percepción secuencial de nuestro ojo es entendida como sucesivas pinturas.
La tristeza, el abandono, la alegría, el desconsuelo... representadas desde lo íntimo y el silencio a través de las trece video instalaciones que componen la muestra. Una exposición imprescindible que se pudo ver anteriormente en el Getty Museum de California y la londinense National Gallery y que ahora gracias la Fundación La Caixa puede disfrutarse en nuestro país.
7.3.05
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