24.5.05

Iluminación y fulgor diurno

En el madrileño parque del Retiro fue erigido en 1887 con motivo de la Exposición de las Islas Filipinas el Palacio de Cristal junto con el lago artificial que lo acompaña. Debido a su uso como invernadero, para ofrecer una amplia visión de las flores y plantas de las islas al público de la muestra internacional, el edificio estaba rodeado de Castaños de indias y en el lago pueden aún verse diversos Cipreses de los pantanos que ahondan sus raíces en las grises aguas de la laguna. El edificio fue diseñado por el arquitecto Velázquez Bosco, quien había decidido tomar como punto de partida el Crystal Palace de Paxton, sobre todo en cuanto a su estructura desmontable, tomando también como referencia el mercado Les Halles de París, construido por Víctor Baltard, del cual decidió imitar la elevación de la nave central sobre las laterales, recurriendo a unos arcos que recuerdan los sistemas constructivos de las catedrales góticas.

Una estufa fría –como se denominaba antiguamente en la jardinería española al invernadero- aprovecha el efecto producido por la luz solar al atravesar un vidrio, calentando los objetos que hay detrás y emitiendo éstos una radiación de longitud de onda mayor la cual tiene, por tanto, mayor dificultad para escapar de los cristales. El cierre medianamente hermético del recinto permite así el calentamiento del aire, frente al frío exterior. Así, la luz es la que configura la función del espacio arquitectónico.

Desde hace años, el Palacio de Cristal es utilizado como sede de propuestas artísticas site specific por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. En la exposición que nos ocupa, la artista brasileña Regina Scalzilli Silveira (Porto Alegre, 1939) ha realizado el proyecto Lumen tras valorar detenidamente el espacio en sí del Palacio de Cristal, ahondado en el hecho de que la luz es el centro de su reflexión poética y la palabra clave del diálogo artístico entre la artista y el edificio que alberga su obra. Interesada desde sus inicios en los procesos gráficos de reproducción de la imagen, la luz ocupa un lugar destacado en la producción de una artista interesada desde su intervención Claraluz de 2003 en el Centro Cultural Banco do Brasil donde todo el edificio resultaba impregnado de inmaterialidad a través de las imágenes proyectadas. Quimera, Transluz y Memorialuz, son las tres propuestas presentadas e imbricadas en la propia estructura del Palacio de Cristal. Desde la opacidad de Quimera, desarrollada en el pórtico, hasta la luminiscencia de Transluz, donde se proyecta-refleja en el cielo acristalado la palabra luz, pasado por la huella que la destrucción de lo cristalino deja en la sombra-memoria del objeto en Memorialuz, la artista brasileña consigue en una exposición, en un espacio, en tres obras presentar desde la mayor de las purezas creativas las fases de lo luminoso: la opacidad, lo diáfano y la sombra.

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