27.6.05

El romanticismo del tubo de refrigeración


Candida Hhöfer, Thomas Rruff, Thomas Struth, Andreas Gursky, Axel Hütte, Petra Wunderlich… éste ha sido el legado: la nueva y afamada generación de fotógrafos alemanes. Todos y cada uno de ellos pasaron por la Kunstakademie de Düsseldorf impregnándose de las enseñanzas del profesor del área de fotografía desde 1976, Bernd Becher. El método del maestro es aparentemente difuso: apenas nociones de técnica – para Becher, a fin de cuentas, cualquiera sabe tirar una foto (?)– el oficio debe asimilarse de forma autodidacta, luego, simplemente, comentarios críticos a los trabajos de los alumnos, breves indicaciones a sus intenciones e inquietudes artísticas, al trasfondo estético de su obra. Hablar mucho, fotografiar mucho, mirar mucho, dejar hacer… y una premisa básica, el profesor debe seguir trabajando, debe aleccionar con la integridad y continuidad de su obra. No hay mayor exámen para el alumno, ni tampoco mejor lección. Ahí están los resultados.
Bernd Becher nació en Siegen en 1931 y Hilla Wobeser en Postdam en 1934. Entre 1953 y 1956 Bernd Becher estudió pintura y artes gráficas en la Academia Estatal de Arte de Stuttgart. A continuación, de 1957 a 1961, realizó cursos sobre tipografía en la Academia Estatal de Arte de Düsseldorf. Becher fue autodidacta en el aprendizaje de las técnicas fotográficas. Hilla Becher estudió fotografía en Potsdam y desde 1959 hasta 1961 pintura en la Academia Estatal de Arte de Düsseldorf. Bernd e Hilla Becher contrajeron matrimonio en 1961 asentándose en Düsseldorf. Los dos artistas iniciaron su colaboración en 1959, con un inventario fotográfico de las viviendas obreras de Siegen y las instalaciones industriales de la cuenca del Ruhr. En 1963 celebraron la primera de una larga serie de exposiciones en Alemania y en el extranjero que pronto despertaron el interés de ingenieros e historiadores del patrimonio industrial. Sus imágenes reflejan estructuras arquitectónicas de zonas industriales en decadencia. El concepto de la representación en forma de serie de instalaciones industriales despobladas obtuvo un rápido reconocimiento en el entorno de las artes plásticas. En 1969, la exposición de Esculturas Anónimas de los Becher coincidió con una retrospectiva sobre minimalismo norteamericano, y muchos comentaristas señalaron las afinidades entre ambas, especialmente la sobriedad de la forma y la presentación en series. Desde entonces, gran parte de la crítica les ha considerado artistas conceptuales. Fue en 1976 cuando Bernd Becher se hizo responsable del lanzamiento del primer curso de fotografía artística en la Kunstakademie de Dusseldorf.
Considerados por buena parte de la crítica actual como los padres de la fotografía contemporánea alemana, el matrimonio Becher ha hecho de la arquitectura industrial vernácula su único objeto de trabajo durante más de cuarenta años. Desde el oeste de Europa hasta América del norte, su objetivo ha fotografiado depósitos de gas, torres de elevación de agua, viviendas obreras, soportes de extracción, torres de refrigeración, silos de carbón... todo en un blanco y negro riguroso –que refuerza la contundencia de los volúmenes y evidencia la relación inequívoca entre forma y función- de una factura técnica impecable.
Las grandes máquinas diseñadas por innumerables ingenieros anónimos son entendidas como los vestigios de una era industrial que aún pervive, pero que ha superado su fase gloriosa. La decadencia, aun en la plenitud actual del funcionamiento de la máquina, es tan palmaria como el auge de las nuevas tecnologías. Así, el silicio y el plástico ha dejado atrás al carbón y al hierro, no hay más. La base tecnológica que sustentaba el siglo XIX es la misma en la que se fundamenta buena parte de la estética y de la historia del arte propuesta por el romanticismo. Hitos como el ferrocarril, la densa niebla de Londres, los movimientos sindicales, los exposiciones internacionales… son los causantes de la visión preconizada por autores como Dickens, Zolá, Constable o Viollet-le Duc… hijos todos de la revolución industrial, hijos, a fin de cuentas, de la ruina.
Simplemente porque no es posible otra, la obra de los Becher abunda en esa visión romántica de lo industrial. Si bien, buena parte de la historiografía artística contemporánea los cataloga dentro de corrientes como el minimal o el arte conceptual, impera en la propia concepción de su trabajo la visión romántica de su obra. La propia tipologización de las fotografías, la cual lleva a una exasperante -ordenadas según criterios como formas semejantes, ubicaciones de lo retratado, cronología…- taxonomía de las formas que retratan, es sintomática de un proceso inherente a la concepción del arte y más concretamente de la arquitectura durante el siglo XIX: la tipologización de los edificios, la seriación de los mismos, su standardización o industrialización. Europa y Norteamérica se llenan de estaciones de ferrocarril, copiadas, seriadas, una tras otra, de fábricas de textiles, de minas de carbón, de oficinas de correos y telégrafos, de barcos de vapor… sólo diferenciables entre países por el detalle constructivo vernáculo insignificante en el cómputo global del edificio.
La muestra, comisariada por Armin Zweite y Maria Müller, se ha organizado en torno a las “tipologías” o series de reproducciones de idéntico formato de edificios provenientes en su gran mayoría de la colección de los artistas (las minas de Pensilvania, del Ruhr o de Gales) y cuarenta y seis paisajes industriales, en los que las instalaciones industriales se presentan en su entorno y muestran todos sus detalles (el Ruhr, Lorena, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Gran Bretaña y Estados Unidos).
En el marco de PHotoEspaña 2005 Fundación Telefónica, a la que pertenece cinco de las obras expuestas, presenta la primera gran exposición en nuestro país sobre el matrimonio de fotógrafos alemanes que propone un recorrido por la obra de estos dos autores claves de la fotografía contemporánea. Este trabajo ha sido mostrado en los últimos años, de manera itinerante, en centros de arte de la talla del Haus der Kunst de Munich, el Centre Georges Pompidou de París, el Hambuger Bahnhof de Berlín o el K21 de Dusseldorf.