31.8.05

Los otros


El adolescente —de adolecer: tener o padecer algún defecto (en su tercera acepción)— es un ser enfermo, un ser que sufre y padece si nos atenemos a la etimología. Al contrario que el término juventud que se asocia con la plenitud de lo inédito, la adolescencia connota la carencia, la culpa implícita y por tanto, no del todo asumida, del que se siente/es incompleto. La transición de la pubertad a la edad adulta supone una crisis sistémica —psicosomática si quieren— que tiende a la definitiva delimitación de la identidad, del Yo frente a lo/el Otro. Esta completa toma de conciencia de la alteridad se resuelve con un doble mecanismo que a simple vista resulta contradictorio con los fines que persigue; por un lado, desde un narcisismo entendido como egolatría o permanente presencia de la pregunta por el yo, y por otro, desde cierta psicosis, entendida ésta como la reducción o negación de todo lo ajeno a un sí mismo. Sin embargo, es ésta máxima exaltación del Yo la que lleva a la objetualización de éste, en otras palabras, a ser pensado como Otro. Ya el “yo, es otro” —que defendiera Rimbaud releyendo a Kant—, pero otro en cuanto estructura trascendente (a priori) entendida como sistema que condiciona el funcionamiento del campo perceptivo en general —en argumentación de Deleuze—, es decir, en cuanto a condición de posibilidad de lo ajeno, ya que sólo desde la percepción hay conciencia de lo extraño.

En la fotografía, y más concretamente en el retrato, este juego de la alteridad por paradójico se hace más evidente. Habiéndose congelado el tiempo por obra y gracia del obturador, se hace palpable la instantaneidad suspendiéndose el límite, es decir, se niega la tensión supuestamente natural hacia un fin, aun cuando el fin sólo es fruto del engaño que implica la secuencia —percibimos el movimiento gracias a la sucesión continuada y consecuente de instantaneidades fijas. No hay causa, no hay efecto, sólo asociación de ideas. Sin embargo, esta cesura pone de manifiesto una (pre)concepción lineal —que también podemos entender como determinista— del tiempo. Esta visión organicista, nacimiento-desarrollo-muerte, causa-fin, límite... queda fracturada por la fotografía la cual, y a fin de cuentas, eterniza el instante desde la propia secuencia.


Así, cuando la artista holandesa Rineke Dijkstra retrata a adolescentes plantea una doble disquisición. Por un lado, una reflexión sobre la alteridad desde la objetualización de Otro yo. Objetualización (fotografía), que se realiza sobre una etapa de la vida de ese Otro, donde termina de conformarse el propio concepto de Otro gracias, como hemos visto, a una reafirmación del Yo. Paradójicamente, en la práctica de la fotografía se lleva a cabo el mismo proceso que acontece en el adolescente retratado. Y, en segundo lugar, una reflexión sobre nuestra concepción lineal de lo temporal, reducida a ver causas y efectos, antecedentes y consecuencias, de una tendencia hacia un límite. Límite que sólo es roto por la instantaneidad de la fotografía sobre un ciclo de la vida, el de la adolescencia, que es entendido sólo como potencia, como proyección y transición hacia la edad adulta.


Bajo el título Rineke Dijkstra. Retratos, la Obra Social de la Caixa y el Stedelijk Museum de Amsterdam presentan en CaixaForum la mayor exposición dedicada en España a la artista holandesa Rineke Dijkstra (Sittard, 1959), uno de los nombres de referencia en el mundo del arte de los últimos años, cuya obra alcanzó el estatus de icono en los años noventa. La presente exposición, muestra alrededor de setenta retratos, divididos en diez temas diferentes. Las series fotográficas de Los retratos en la playa; Las maternidades; Los niños; Los toreros; Los soldados israelíes, Olivier; Almerisa y Los estudiantes de secundaria, junto a la videoinstalación The Buzzclub-Liverpool, Reino Unido / Mystery World, Zandam, Países Bajos y la pantalla de plasma en la que se visualiza Annemiek, conforman el recorrido por la producción de la artista. Adolescentes recortados en un fondo de playa ajenos a cualquier expresividad, las jóvenes parturientas exhaustas por el parto con su hijo en brazos, toreros tras la faena, las chicas que acaban de incorporarse al ejercito o en el instante justo a entrar a bailar en la pista de discoteca... los personajes que posan para la cámara de Dijkstra exploran ámbitos que van de lo individual a lo general, convirtiéndose en arquetipos de la contemporaneidad pero desde el planteamiento de una problemática consustancial a la propia concepción y desarrollo de lo humano. Realizadas con una cámara técnica de formato 4x5 pulgadas, a veces con luz de flash añadida a la natural, las obras de Dijkstra buscan las respuestas sobre la identidad y el tiempo en una sociedad en tránsito, cuyos protagonistas —los adolescentes— lo son, por esa misma (in)conciencia de crisis.

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