18.9.05

La playa


“Aquí mismo, sé que nunca me aproximaré suficientemente al mundo. Necesito estar desnudo y hundirme luego en el mar, perfumado todavía por las esencias de la tierra, lavarlas en él y atar sobre mi piel el abrazo por el cual suspiran, labio a labio, desde hace tiempo, la tierra y el mar. Inmerso en el agua, sobrevienen el escalofrío, la ascensión de una liga fría y opaca; la zambullida, luego, con el zumbido de los oídos, la nariz manante y la boca amarga –nadar: sacar del mar los brazos barnizados de agua para que se doren al sol y sumirlos de nuevo en una torsión de todos los músculos; el curso del agua sobre mi cuerpo, esa tumultuosa posesión de la onda por mis piernas– y la ausencia de horizonte”. Así describió Albert Camus en su Bodas en Tipasa los recuerdos de una infancia vivida, entre zambullida y zambullida, en las playas de su natal Argel. Luego, llegó el traslado a la metrópoli, la búsqueda de una vida mejor, la realización profesional y personal, y por ende, la nostalgia de la juventud... la pérdida, a fin de cuentas, del sol, de la playa y del mar.

Manuel Benítez Reyes, hermano del poeta roteño Felipe Benítez Reyes, pinta playas cercanas, orillas que conforman el litoral que le vio nacer. Lugares desprovistos de presencias, donde sólo el topos prevalece; en todo caso, alguna que otra barca varada, constituye el motivo central de alguna de sus obras, como un vestigio del vacío. Su pintura fruto de la contemplación indaga en la realidad que lo rodea, abstrayendo lo común para lograr lo trascendente. El cromatismo calculado, los tonos fríos casi inverniza, lo vaporoso de una luminosidad, ajena al claroscuro, que se pierde entre dunas, matorrales y un mar casi frío son fruto de un lenguaje austero de pincelada sobria.

En sus obras expuestas en el espacio de la Galería Benot, el tiempo parece detenido al igual que lo está en la memoria en la que todo ocurre pero nada pasa. La nostalgia es esa misma memoria, la misma que te hace volver a la playa de la infancia a ese espacio, que una vez fue sólo sensorial y ahora pareciera metafísico, límite entre dos nadas.

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