21.10.05

Juicio a Pasolini


Hace 30 años que, entre gritos de “comunista, maricón, guarro”, asesinaron a Pier Paolo Pasolini.

La exteriorización de nuestro disgusto o satisfacción, aun cuando el objeto de nuestra consideración no nos implique personalmente, prevé de forma implícita un juicio, y este juicio siempre es de índole moral. Pensar que hacer evidente nuestro gusto supone nada más que una mera catalogación es negar, como lo han hecho muchos, que toda apreciación estética implica la puesta en cuestión, por su mera actualización, de una tabla de valores, por muy desinteresada o ausente que la intención se encuentre. Implícito en la causa, en el último porqué, está el enjuiciamiento, aun cuando en la mayoría de los casos se realiza de manera inconsciente, de lo ajeno. El juicio siempre se fundamenta en una calificación de intereses, que como tal es tan estructural como heredada, tan evidente para el enjuiciado como velada para el enjuiciador. Ser conscientes de este proceso es poner en tela de juicio los valores aprehendidos, pero para poner en cuestión hay que atacar el cúmulo de circunstancias sociales, ideológicas, religiosas, económicas… personales si se quiere, que han conformado los mismos y ver hasta qué punto esos pilares que fundamentan nuestro juicio son firmes en función del juicio mismo, del simple razonamiento, si es que éste es propiamente posible.

El sistema conoce los resortes, sabe que el individuo desprejuiciado no existe porque estrictamente es imposible. El más racional es el más juicioso, y el juicio siempre está fundamentado, pervertido si quieren, en el pre(per)juicio que como tal en último término, es moral, o mejor, moralista. Ésa es la trampa desde la que se configura todo un régimen, el social, que constriñe de una manera lógica-racional a los sujetos que lo conforman. La última pirueta del sistema es la más lograda, la clase que articula la estructura, antes llamada burguesía ahora clase media, es la adalid de la racionalidad; racionalidad, de la cual, para mantener la ilusión de su carácter prístino, conscientemente se envilecen los valores donde ésta se cimienta para hacerlos más evidentes. La ya opaca lámpara de la razón permanece encendida gracias a la salvaguarda de unos valores que por manipulados se anquilosan pues sirven a unos intereses que no van más allá del mero conservadurismo. Conservar el status quo, no revertir el orden... y todo justificado, como no podía ser menos, desde la razón.

Para hacer todo este discurso evidente a lo ojos de los individuos que conforman el propio sistema Pier Paolo Pasolini, burgués, clase media, intelectual, artista dedicó una vida. Consciente de ello tituló uno de sus mejores libros como Escritos Corsarios sabedor del papel autoimpuesto en la propia sociedad que ponía en cuestión. El corsario tiene un contrato con el poder, un contrato que le permite cometer fechorías. Pasolini las cometió sin pudor, revisó los valores religiosos, sociales, sexuales e ideológicos de una sociedad demasiado acostumbrada a mirar hacia otro lado. A través de sus escritos, pinturas y películas buscó el escándalo, la piedra donde siempre se tropieza, para hacerlo evidente. Tropezó él para que viéramos que todos tropezamos y que la sociedad no sólo tropieza sino que busca constantemente la piedra. Pero la patente de corso se escinde, no es una bula, y el sistema le pidió cuentas. La muerte de Pasolini, ya fuera por motivos pasionales ya porque incomodaba políticamente, a unos y a otros, no deja de ser un crimen social, no hay mayor acto político que la negación, por la propia negación, de un deseo.


Entre el 15 de septiembre y el 30 de octubre, el Círculo de Bellas Artes de Madrid se suma a las conmemoraciones por treinta aniversario de la muerte de Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922-Roma, 1975), y lo hace dedicándole al gran intelectual italiano el homenaje más completo y prestigioso de cuantos se van a celebrar durante el otoño en Europa. El núcleo central de los eventos programados es la exposición Pier Paolo Pasolini. Palabra de corsario un compendio de documentos, manuscritos de poemas, ensayos, artículos, dibujos, fotografías, procedentes en su mayoría del archivo personal del artista. Una muestra imprescindible que hace cuanto menos pensar, que en los tiempos que corren no es poco.



Pier Paolo Pasolini. Palabra de corsario
Círculo de Bellas Artes. Madrid
Hasta el 30 de octubre

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que, museográficamente, la exposición de Passolini es manifiestamente mejorable.
Que me den el catálogo y ya leeré en casa tranquilamente en el sofá, con un café y galletas.
Después, si me ponen un vídeo prefiero que sea en italiano sin unos subtítulos en inglés que desconciertan más que ayudan. Además, cualquiera que tenga dos dedos de lógica, entiende mejor el italiano que el francés.

Una foto tibia la de este blog...

Javier Pantoja dijo...

Lo siento Iosu, el propio Blogger creo que me censura la foto que me gustaría poner. No me deja subirla al blog, a lo mejor tiene un bloqueador de imágenes "conflictivas". Estoy de acuerdo contigo, la exposición museográficamente es mejorable.

Anónimo dijo...

Pasolini se merece un homenaje muy por encima del que le han hecho en el Círculo. Cuando un artista es Grande de verdad, no un mero producto de la imagen como se lleva actualmente, hay que estar a su altura...
VOS