20.11.05

Realismo y modernidad

La mayoría de los estudios realizados sobre los realismos modernos se han estructurado desde la yuxtaposición de la muestra de los panoramas nacionales. Marcó la pauta la afamada exposición Les Réalismes realizada en el Centre Georges Pompidou en 1983. Comisariada por Jean Clair ha sido desde entonces considerada la pionera y la referencia constante en las monografías y exposiciones sobre esta temática que se han llevado acabo. Su clasificación de marcado carácter toponímico, reforzando el marchamo nacional de las diversas tendencias (Pintura metafísica italiana, Neue Sachlichkeit en Alemana, Nueva objetividad en Holanda, Neoclasicismo en Escandinavia, Realismos franceses, Socialismo de los muralistas mexicanos, Pintura de escena en Estados Unidos...) implicó, a fin de cuentas, un continuismo desde el punto de vista historiográfico.

Comisariada por Tomás Llorens, antiguo conservador jefe del Museo Thyssen la exposición Mimesis. Realismos Modernos (1918-1945) abandona el enfoque descriptivo de los diferentes movimientos nacionales en pos de un tratamiento más analítico en el discurso expositivo, que abunda en el sustrato común de artistas de tan dispar origen como Derain, Morandi, Hopper, Gutiérrez Solana y Orozco entre otros. El análisis propuesto pone de manifiesto cómo la pintura realista aporto innovaciones para la evolución de la pintura contemporánea, evolucionando desde las vanguardias históricas e ismos de principios del siglo XX hasta desarrollar una manera particular de representar la realidad gracias a nuevas composiciones, a un interés por la experimentación con materiales y soportes y a una proliferación de géneros y temáticas. Visto así, el realismo es sobre todo ante una consecuencia y un precursor de la modernidad. Frente a corrientes más estructuradas como el surrealismo o la abstracción que se desarrollaron de forma organizadas y unitaria, el realismo de este modo presentado, supone un modo de entender la representación, con cierta voluntad mimética de la realidad —aun cuando sus lecturas, herencias, alusiones y significados deben de ser interpretados—, influido por contextos geográficos, sociales o propiamente artísticos.

Es de resaltar en esta exposición la decidida aportación teórica —con la que se puede estar a priori de acuerdo o no— que defiende los diversos realismos como un tendencia internacional y perdurable, parte fundamental del movimiento moderno. La conciencia de que el mundo había cambiado completamente en el periodo entreguerras, supuso para muchos de los artistas que glosan la muestra el intento de contribuir con su arte a la necesaria construcción de una nueva realidad gracias a unas obras y, sobretodo, a una manera de ver el mundo radicalmente nueva. El catálogo de la muestra con textos del propio Tomás Llorens y el catedrático Valeriano Bozal entre otros apunta a hacia esta dirección interpretativa, así como acerca las influencias literarias —tan amplias que van desde Baudelaire a Weber, pasando por Joyce o Sartre— y pictóricas de estos artistas.

La exposición abarca las principales manifestaciones de carácter realista que se produjeron entre la Primera y Segunda Guerra Mundial, periodo crucial para la conformación de lo que se entiende por movimiento moderno. Las obras más antiguas de la exposición datan de los inicios de los años veinte cuando la pintura se encontraba inmersa en la estela dejada por el formalismo postcezanniano y el remolino causado por las primeras vanguardias, hasta fines de los años cuarenta, cuando el triunfo de la pintura abstracta norteamericana se comenzaba a fraguar. La exposición, cuyo recorrido se inicia en el Museo Thyssen-Bornemisza, para continuar en las Salas de las Alhajas de la Fundación Caja Madrid, espacios ya que comienzan a asentarse como complementarios en las grandes exposiciones promovidas por el Thyssen, se estructura en seis secciones que están en consonancia con los conceptos básicos de los géneros tradicionales en los que se divide la pintura. Esta distribución intenta poner de manifiesto la continuidad histórica implícita en el concepto, a veces difuso, de realismo.

Los tres apartados que acoge el Museo Thyssen se han titulado como Substancia y forma de las cosas: naturalezas muertas; Identidad personal, cuerpo y representación: retratos y Escenarios íntimos: interiores con figuras. La diatriba presentada en los primeros años después de la Gran Guerra entre seguir el camino marcado por Derain o el de Morandi, en su evolución hacia el expresionismo es el tema central de la primera sección. Luego, la revisión del concepto de identidad personal tras la desgracia de la guerra se ejemplifica en el reinvención del género del retrato, así como posteriormente y en el último apartado, se ahonda en la relación del propio cuerpo con el espacio que lo circunda, en el estudio de la correspondencia entre presencias e interiores.

Pasiones metropolitanas: figuras en la ciudad; Nuevos paisajes agrícolas, urbanos e industriales y El artista frente a la Historia corresponden a las tres secciones que alberga la otra sede de la exposición que tiene lugar en los espacios de la Fundación Caja Madrid. La ciudad vista por el artista alemán Grosz, los entornos rurales de Derain, los espacios urbanos de Hopper o Miró, así como la conciencia del hombre en la historia preconizada por el muralismo mejicano de Rivera o Siqueiros son los temas, a grandes rasgos, que recogen estos apartados de la muestra. La exposición se cierra con el posicionamiento de muchos de estos artistas enmarcados dentro de la etiqueta realista frente a los regímenes totalitarios que han tenido lugar en el siglo XX.

Mimesis. Realismos modernos 1918-1945
Museo Thyssen. Madrid
Hasta el 8 de enero

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