7.3.06

Los zapatos del perro


El perro
Diógenes de Sínope era un perro. Vivió en la no tan idílica Grecia clásica del siglo IV a.C, y fue uno de los filósofos más singulares de su época. Aún así, no legó ningún escrito, la fuente más completa de la que se dispone sobre su pensamiento es el amplio comentario que su homónimo Diógenes Laercio le dedicó en su libro Vida de los filósofos más ilustres en la que se puede leer, entre otras cosas, que el de Sínope: “se dio a una vida frugal y parca, sin buscar techo, no temía a la oscuridad, ni anhelaba ninguna de las cosas que servían para vivir regaladamente. Según algunos, fue el primero en utilizar el manto doble con el fin de tener con él lo necesario y se sirviese de él para dormir. Se proveyó también del zurrón, en el cual llevaba la comida y para satisfacer de sus necesidades se servía también de cualquier lugar.”
Diógenes de Sínope era un perro y su maestro Antístenes de Atenas otro. Éste, desencantado de la filosofía de su tiempo, se hizo discípulo de Sócrates. Su excesivo entusiasmo por la disciplina socrática lo llevó a fundar una escuela en el santuario y gimnasio de Kyonsarges; el nombre del lugar es uno de los probables orígenes para el mote de cínicos (en griego “similar al perro”). La escuela cínica reinterpretó la doctrina socrática considerando que la civilización y su forma de vida era un mal y que la felicidad venía dada siguiendo una vida simple y acorde con la naturaleza. De ahí el desprecio a las riquezas y a cualquier forma de preocupación material. El hombre con menos necesidades era el más libre y el más feliz. Los cínicos fueron famosos por sus excentricidades y por la crítica constante a la corrupción de las costumbres y los vicios de la sociedad griega de su tiempo. Fue Aristóteles quien en su Política nos dejó el testimonio de los cínicos como luchadores frente a las desigualdades sociales y la esclavitud.
El más extravagante y afamado de los discípulos de Antístenes por su capacidad de remover las cómodas conciencias con su conducta y actitud fue Diógenes, del cual se cuentan innumerables anécdotas: entró una vez en el ágora con un candil a plena luz de día gritando ante los aristócratas atenienses: “Busco un hombre, con sólo uno me basta”; vivió durante un tiempo en un tonel que le servía de casa y de indumentaria; pidió a Alejandro Magno que se apartara del sol, pues su figura le daba sombra, cuando el emperador ante él le ofreció todo lo deseara por compartir su sabiduría... Mezcla de vagabundo, santón, filósofo, moralista, preguntado una vez Diógenes qué hacía para que le llamasen cínico respondió “halago a los que me dan, ladro a los que no me dan y muerdo a quienes me desagradan”. Diógenes de Sínope era un perro, un cínico... pero su enseñanza aún remueve conciencias.

El síndrome
La observación de casos repetidos de personas mayores con comportamientos extremadamente huraños que vivían recluidos en sus propios hogares y rehuían cualquier contacto con otras personas motivó la aparición en la década de los 60 de un trabajo científico que detallaba este extraño patrón de conducta. En 1975 fue bautizado como Síndrome de Diógenes en recuerdo al filósofo cínico griego.
El autoaislamiento social, reclusión en el propio hogar y abandono de la higiene son las principales pautas de conducta. Quienes lo sufren puede llegar a acumular grandes cantidades de basura en sus domicilios y vivir voluntariamente en condiciones de pobreza extrema. El anciano suele mostrar una absoluta negligencia en su cuidado y en la limpieza del hogar. Suelen reunir grandes cantidades de dinero en su casa o en el banco sin tener conciencia de lo que poseen. Por el contrario, piensan que su situación es de pobreza extrema, lo que les induce a ahorrar y guardar artículos sin ninguna utilidad.

La acumulación
Quizás con lo anteriormente dicho sea más fácil la comprensión del conjunto de obras que actualmente alberga la galería Milagros Delicado. Reconocer que no es sencillo enfrentarse a una acumulación de zapatos formando montículo como única temática y objeto de una muestra es más que plausible. Pero hay en todo ello, tanto en la instalación en sí de los objetos como en los cuadros colgados, que no dejan de ser una redundancia técnica de la misma temática, un interés lírico en el tratamiento de los materiales y en la elección de colores, encuadres y formas.Victor Pulido, artista onubense de interesante trayectoria, plantea un problema: la acumulación de objetos innecesarios promovida por un consumismo desaforado base de una sociedad capitalista. El problema así expuesto resulta empero en exceso teórico, aplastante, inasumible y por ende distante. Pero Pulido acude a la historia, a la ciencia, a la psicología al pensamiento —alude a Diógenes en el título de la muestra—, al propio arte, su lenguaje, no para resolver sino para al menos acercarse a la diatriba que le estorba. No hay respuestas concretas en el arte, ni tan siquiera en la historia, ni en el pensamiento, ni en la ciencia... pero todo unido, quizás aporte una perspectiva hilvanada, una necesaria y nueva interpretación de lo que se nos escapa.

El síndrome de Diógenes. Víctor Pulido
Galería Milagros Delicado
Hasta el 20 de febrero

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