Hoc est enim…
…corpus meum. Éste es mi cuerpo. Y a partir de aquí, todo... o nada. Releyendo a Jean Luc Nancy en su Corpus: “Cuerpo propio, cuerpo extraño: es el cuerpo propio el que muestra, ofrece al tacto, da de comer hoc est enim. El cuerpo propio o la Propiedad misma, el Ser-de-Suyo en cuerpo. Pero al instante, siempre, es un cuerpo extraño el que se muestra, monstruo imposible de tragar. De ahí no se sale, estorbado por la vasta amalgama de imágenes que van de un Cristo embebido en su pan ácimo hasta un Cristo extirpándose un Sagrado Corazón palpitante, sanguinolento. Éste, éste... éste siempre es demasiado, o no lo bastante para ser eso”.
Hoc este enim corpus meum. Éste es mi cuerpo. La frase ha sido repetida, proclamada, asumida, disuadida, exclamada, susurrada... por millones de oficiantes a lo largo de la historia de Occidente. Piedra de toque de la tradición donde se asienta. Pareciera que este límite no es sino un precipicio preparado para empujarnos a la caída, a un caída que, por otro parte, nos define. “La angustia, el deseo de ver, de tocar y comer el cuerpo de Dios, de ser ese cuerpo y de no ser sino eso constituyen el principio de (sin)razón de Occidente. Por eso, el cuerpo, jamás tuvo ahí lugar, y menos que nunca cuando ahí se lo nombra y se le convoca. El cuerpo para nosotros es siempre sacrificado: hostia. Es cierto que el cuerpo es un producto tardío, una decantación de Occidente en la que aparece el rasgo, crucial, de la caída: es el último peso, vale decir, la gravedad.” El cuerpo, eso que no podemos pensar, nunca estuvo ahí. Estuvo el cuerpo sacrificado. No podemos pensar el cuerpo, sino como cuerpo lacerado, hinchado, amputado, fracturado, dolido, magullado, ajado, debilitado, pesaroso, grave, envejecido... como potencia de la muerte o el sufrimiento, porque aun cuando sea cuerpo gozoso o gozante preconiza lo otro que siempre es lo contrario... El cuerpo es una vanitas y sólo es cuerpo —"cuerpo triunfal" o “cuerpo gozoso”— cuando es negado como tal, es decir, cuando tiende más a lo etéreo o a lo supra-corporal que lo propiamente corpóreo.
No podemos pensar el cuerpo. Sabemos, como mucho: hacer cuerpo —corpus— , “hacer de cuerpo” —que nos lleva a lo escatológico que tiene el doble significado, atendiendo a una desemejante etimología, de excrecencia (de resto, de aquello que está afuera pero que pertenece al adentro) y de la vida más allá de la muerte, (de la muerte del cuerpo, de la acorporalidad)— o pensar sobre el cuerpo, analizarlo —“lisis”, romperlo por tanto— para luego sintetizarlo en partes definidas, conceptuadas, que ya no son cuerpo en sí, porque en rigor, ya no hay en sí. Hay más concepto en alma — ésta, no en: “éste, aquí está mi cuerpo”, ha sido concebida, pensada, definida, delimitada, hecha objeto, incluso— que en cuerpo, aun cuando el alma sea entendida como cuerpo —y aun cuando cuerpo nada tenga que ver con lo corpóreo. El cuerpo es ex-tenso (res extensa) y escribirlo, incluso lacerarlo, fustigarlo, es hacer ex-critura que como tal es fragmentaria o mejor, fragmentadora. ¿Qué es cuerpo? Es la pregunta. No, ¿qué es el cuerpo?. El cuerpo —imposible enunciar: Cuerpo es...— es pre-sencia (antes de la esencia) y como tal, ya está condenado.
Cuerpo como presencia
El ser del cuerpo entendido como presencia supone una aparente contradicción porque su ser es ser antes del ser si nos atenemos estrictamente a la etimología. Ahí está la caída, en que su ser es ser antes de la esencia, pero que en cuanto que existe participa de la existencia, y que, por tanto, para toda la historia del pensamiento occidental está fuera del concepto. En ese sentido, se nos puede reprobar el haber ignorado la existencia y por ende el cuerpo entendido como presencia, puesto que la existencia es simplemente lo que escapa a la esencia: la existencia no se deduce del concepto, no es un predicado sino una posición, un estar puesto aquí y ahora.
Cuerpo como posición
El cuerpo está posicionado y, como tal, localizado en un lugar y en un tiempo. Esta posición, siempre es un afuera, y el cuerpo un “otro” para otros, para otros cuerpos. La existencia y, por tanto, el cuerpo, en este cuerpo que ahora nos ocupa, implica el hecho de ser dado para la conciencia, entendida como conciencia de, e incluida en ella para la percepción. Percibir es filtrar la infinitud de lo real. Es un dispositivo ante la dislocación de lo múltiple, dislocación dada por la infinidad de posicionamientos.
Cuerpo frente a cámara
El cuerpo frente a la cámara es el cuerpo ante el mecanismo discriminatorio que lo resalta —al igual que ocurre frente al ojo desnudo, ante él siempre se está, siempre estamos, siempre existimos. La cámara recoge el instante y, en rigor, niega el movimiento, como lo niega la filmación y nuestro propio ojo con el enmascaramiento-falseamiento de la secuencia. Hasta lo infinitesimal siempre se está quieto, es la paradoja de la tortuga y la liebre. En la fotografía el movimiento queda recogido en el instante álgido para ser ilustrado, o en su máxima tensión previa a la descarga. El movimiento recogido en la fotografía siempre es potencia del mismo. Incluso la danza está basada en la coreografía, la cual no deja de ser, un posicionamiento constante, una repetir secuencias para permitir la ilusión del cambio.
Isabel Muñoz, la exposición
Tomando como excusa la práctica de la danza o los deportes tradicionales Isabel Muñoz lleva más de veinte años recorriendo el mundo para plasmar en imágenes los movimientos de los cuerpos que selecciona. Del flamenco a la danza oriental, del ballet al tango, de las artes marciales tradicionales chinas a la lucha turca, pasando por las tribus africanas su cámara invita a reflexionar sobre el cuerpo. Un cuerpo contemporáneo, el nuestro, sometido, como todos, sensual, como todos, placentero, como todos, sufriente como todos, encerrado, como todos, libre, como todos... pero reivindicativo y precario a fin de cuentas de una definición, de ese saberse de sí que solo logra mostrar el arte.
El cuerpo así mostrado se reclama gracias a la fotografía intentando imponerse a sí mismo a su objetualización actual, a su laceración pasada, a su negación perenne... a su propia concepción como tal.
Isabel Muñoz
Diputación de Cádiz
Hasta el 25 de junio
Diputación de Cádiz
Hasta el 25 de junio
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