Dante. Divina comedia. Paraíso. Canto I : “La gloria de quien mueve el mundo/ el universo llena, y resplandece / en unas partes más y en otras menos. / En el cielo que más su luz recibe / estuve, y vi unas cosas que no puede / ni sabe repetir quien de allí baja; / porque mientras se acerca a su deseo, / nuestro intelecto tanto profundiza, / que no puede seguirle la memoria. / En verdad cuanto yo del santo reino / atesorar he podido en mi mente / será materia ahora de mi canto.”
Primero una voz baja en off, densa, contundente en su inicial susurro. Luego una imagen, catorce personas hechas grupo en el centro del patio de un palacio cuya arquitectura sigue los órdenes clásicos. Comienza el recitado por parte de la voz, los cuarenta y ocho primeros versos del canto. La invocación por parte de Dante a Apolo para que le otorgue la capacidad de, al menos, retener algo en su memoria de lo visto en su viaje por el Paraíso. Comienza el recitado por parte de las catorce figuras, los mismos cuarenta y ocho versos, la misma plegaria, la misma épica súplica... al (a)unísono, rítmicos, pero en lenguaje de signos. La cámara realiza movimientos amplios por encima de sus cabezas, por delante de sus cuerpos. Sus rostros, explícitos, giran en función de la posición de la cámara, en función del movimiento del espectador por tanto. La gestualidad se convierte en expresión. Las manos comunican, los gestos dicen. La voz continúa su recitado. Reconocemos el signo de cielo, de memoria, de resplandecer... la intuición funciona. El arte, entonces, también. Pero... también hay signos que no logramos definir, palabras que se nos pierden en el recitado. Volvemos la atención hacia la voz. Continúa la súplica a la ventura del dios; no olvidar, poder contar, poder traducir lo visto, lo sentido en el viaje por el Infierno, Purgatorio y Paraíso. Expresar el viaje interior para que sea entendido. ¿No es esto una metáfora de la creación, del arte?
La labor de la pitonisa délfica es el trabajo del traductor que hace evidente la (im)posibilidad de la comunicación. ¿Qué decir cuando, de antemano, se sabe que por el hecho de tener que comunicar, es decir, que lo sentido, que lo pensado, se arroje hacia el otro, convertirá al otro también en traductor del mensaje, en conformador, y por tanto, en deformador? ¿Cuál es la capacidad del lenguaje, de cualquier lenguaje para expresar, para permitir el conocimiento si como lenguaje sólo es tal desde la traducción constante y necesaria del mismo? ¿Si decimos “querer”, entiende el que dice y el que escucha lo mismo? Si decimos “comprar el pan”, ¿ocurre igual? (cuánto, dónde, qué… la interpretación correcta del mensaje lleva a una matización constante del mismo).
Desde la semiología, el espectador conforma la obra del mismo modo que lo hace su creador. La obra creada es una obra abierta -si nos atenemos a la terminología acuñada por Umberto Eco en su célebre libro Obra Abierta- cuyo cierre-apertura, su sentido total depende en gran medida de los receptores del mensaje. Eco plantea que toda obra de arte es "un mensaje fundamentalmente ambiguo, una pluralidad de significados que conviven en un sólo significante" pero que, más aún, en ciertas obras contemporáneas esta ambigüedad (apertura) es intencionalmente buscada y positivamente valorada. El resultado es la presencia de estructuras formales determinadas por una voluntad creadora pero que permiten un alto grado de ambigüedad y de intervención activa del receptor.
El receptor conforma buena parte del significado de la obra, así pues es relativo por no decir difuso aludir a la total incomprensión del arte, aunque existan de hecho y más en el arte contemporáneo, sentidos y significados que se nos escapan. Saber de arte, esa necedad imposible por tanto, no garantiza la compresión de lo mostrado, pues incluso al propio creador la amplitud sentidos que provoca su creación le desbordan. Así pues, si fuéramos unos románticos acudiríamos a la intuición, al conocimiento directo, para comprender la obra, con lo cual estaríamos cerca del campo de la expresión.
En Approach, a lo largo del recitado mudo parece comprenderse el signo de memoria, de cielo, de esplendor… es intuitivo, aún así, verso tras verso es fácil perder el hilo. Se vuelve entonces, casi sin querer, la atención a la voz en off que continúa declamando. Lo dicho, una metáfora del arte.
Enface
Tres carros de diapositivas en el centro de la sala proyectan imágenes de distinto tamaño sobre la pared. Retratos de parientes olvidados tras la guerra civil, recuerdos del destierro, fotos de la infancia, la de primera adolescencia, la casa donde te criaste, el mar, el lago donde te bañaste… Tres series con los títulos En España, Entre el cielo y el mar y Retratos que aluden a la memoria como configuradota del presente.
La percepción no es libre, está condicionada por la experiencia, la cual, acude al registro de la memoria. Por ello, y entendiendo que la experiencia es necesaria para el conocimiento, el mecanismo de la memoria se conforma como el sustrato de lo conocido. Aun cuando el olvido acuda, lo que nos conforma es lo recordado o la negación de lo sabido, que no es sino otra forma de recordar.
Red poppies
Pantalla plana. Imagen de alta definición. Plano fijo de unas amapolas en un prado. De repente, se adivina un insecto gracias a un zumbido. Aparece. Vuelo caprichoso hasta que se posa en una flor. Pasan unos segundos el video da un mensaje de error…la imagen queda congelada cuando se reanuda la secuencia el insecto ha desaparecido al igual que el zumbido. Plano fijo de unas amapolas en un prado. El bucle se repite.
Demasiadas connotaciones y asociaciones. Sugerencia: ¿Qué es lo real? ¿Hasta donde llega lo virtual? Relean los párrafos sobre el concepto de obra abierta, si aún le caben dudas.
Postal para una bailarina
En el otoño de 2001 Jorgen Hanse Koch, y su sobrina Eva Koch realizaron juntos un viaje en el Transiberiano. Una voz en off que corresponde al primo mayor relata una anécdota acaecida durante el viaje mientras que se nos muestran imágenes a modo de documental de viaje.
La postal precisa ser enviada a una amiga como recuerdo. El tren permanece parado en una estación cualquiera, perdida en el largo trayecto. Es de noche. Encontrado el buzón la postal se envía, pero el regreso al tren se hace tortuoso. Está a punto de partir. Surge el miedo de la posibilidad de la perdida, y por tanto, del abandono. El riesgo de la permanencia acontece en ese espacio indefinido, en ese lugar que es ajeno, haciéndose evidente la imposibilidad de volver a lo propio. Los griegos clásicos llamaban a esa sensación “regreso al dolor”, nosotros le llamamos nostalgia.
¿Han pensado alguna vez a qué se debe la melancolía del emigrante?
Koch
La galería Magda Belloti acoge en su espacio las últimas cuatro propuestas de la reconocida videoartista Eva Koch. Con el título de Approach, Enface, Red poppies y Postal de una bailarina. Nacida en 1953 en Dinamarca debido al exilio de su madre por la Guerra Civil, la obra de Koch supone una investigación constante en las raíces de la comunicación y la memoria. Ajena al punto de vista melodramático, acude desde el optimismo que le proporciona su propio carácter a indagar sobre su experiencia, que no es otra sino la que en buena medida viene conformada por los otros. Su obra Approach representó a su país en la última Bienal de Venecia. Encuadrada en la programación de PhotoEspaña la muestra podrá verse hasta el 27 de julio.
Approach. Eva Koch
Galería Magda Bellotti. Madrid
Hasta el 27 de julio
Galería Magda Bellotti. Madrid
Hasta el 27 de julio
1 comentario:
Pretender "saber de" arte o "entender de" arte es, en efecto, una catetada de esas que ponen de los nervios.
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